A nuestra tía Serafina
Querida tía:
Nosotros, tus sobrinos, que hoy no podemos estar a tu lado, como en tantos otros momentos sí lo hemos estado, te queremos decir lo mucho que te queremos y lo muy orgullosos y contentos que estamos por haber tenido la suerte y la gracia de haber vivido con una persona, con una mujer, con una esposa y madre como tú.
Y más nos alegra saber el que nunca has estado sola, ni siquiera en estos últimos momentos de tu larga y frutuosa vida. Una otra familia, la que tú has querido formar y has elegido, desde aquellos años atrás en que llegaste, con tío Paulino, a este bonito lugar de la cacereña Sierra de Gata, te ha acompañado hasta el final. Seguro que a todos nos estás trasmitiendo, desde tu féretro, desde tu tumba a donde vas a descansar, tu gratitud y tu paz. ¡GRACIAS a todos por lo que habéis hecho por mí!
¡Qué orgullos y felices estamos, tus sobrinos, querida tía! Muchas cosas que nos has contado y que hemos podido vivir contigo, vienen ahora a nuestro corazón, aliviando el dolor y la tristeza que sentimos, sí, pero llenándolo de páz y de felicidad. Muchas cosas hemos podido recoger y escuchar de ti y que otros nos han contado. Pero, y contando con tu permiso, y como tus sobrinos, queremos dar testimonio de lo siguiente.
Cuántas veces te hemos pedido, una vez que te quedaste viuda de tío Paulino, que te vinieses para Santander, para Bilbao, que te vinieses más cerca de nosotros, tu familia. Y tú, con esa entereza y coraje que siempre te han caracterizado, nos decías: “Amé y abracé al que ha sido mi esposo y padre de los dos hijos que él quiso compartir conmigo y yo acepté. Me comprometí con lo que Paulino vivía: a él le dije que sí, que hasta en la muerte estaríamos juntos, en todos los momentos de la vida. Así que, sobrino, enterradme aquí, dejadme aquí, junto a los míos”.
Y así lo vamos a hacer, querida tía. Has sabido ganarte nuestro reconocimiento y nuestra admiración. Has sido, sí, una esposa coraje, una madre coraje, una mujer coraje. Has querido hacer tu vida y con tu vida una entrega total: primero a tu familia. Luego, más tarde, ya en la Residencia, y hasta que has podido, a la que ha sido tu otra familia, tu segunda familia: las personas mayores y el personal y dirección de la Residencia Iluminada Martín de Ovelar que contigo han compartido tantas alegrías y tristezas. No has querido sobresalir ni llamar la atención: has querido a todos y te has hecho querer. Has querido hacer de tu vida, eso, un servicio, una ayuda, una colaboración para mejor. En el silencio, en la tranquilidad y en la paz te has ido… para quedarte para siempre e nuestros corazones y en este bonito lugar de Torrecilla de los Ángeles y en esta Residencia de Mensajeros de la Paz Extremadura donde tú has sabido hacer tu hogar, tu casa y tu familia.
Querida tía: ¡GRACIAS! ¡MIL GRACIAS! Descansa en paz, descansa para siempre feliz y contenta en las buenas manos del Dios Padre/Madre, que te recibe de brazos abiertos y en los brazos de tío Paulino que, nos imaginamos, saldrá felicísimo a tu encuentro. No te has ido… Estás y permaneces en nosotros.
¡GRACIAS! ¡MIL GRACIAS! a Mensajeros de la Paz Extremadura, a su presidenta, Mercedes, a la directora de la residencia, Belén, y a todo el personal que en algún momento habéis compartido el devenir de la vida con mi tía. Ella hablaba mucho de vosotros. Gracias por vuestro apoyo en este final.
Estaréis en esta familia siempre.
NOTA: Por expreso deseo de los sobrinos de Serafina, esta carta fue leída durante la eucaristía por Belén Pérez, directora de la Residencia de Mayores Iluminada Martín de Ovelar, gestionada por Mensajeros de la Paz Extremadura en la localidad de Torrecilla de los Ángeles.